quinta-feira, 22 de janeiro de 2009

História contada por la Negri:


Vivíamos en un barrio recién construido, en las afueras de la ciudad, tranquilo, con muy poco tránsito, con grandes espacios que estaban todavía sin construir y donde los niños podían jugar sin peligro.
Horacio era un niño hiperactivo, pero no demasiado travieso. Si bien no era el mayor de la pandilla, su liderazgo consistía en el entusiasmo, la iniciativa, el coraje y la alegría con que disfrutaba de las actividades. Era el único del grupo que no tenía hermanos varones, pero siempre encontraba algún rol para incluir a sus hermanitas en los juegos que, ya sea como enfermeras o como cocineras partían con los soldados provistas de sus muñecas.
Él las cuidaba, les ayudaba a subir y a bajar los cochecitos de las muñecas de los árboles, las alzaba para cruzar un zanja, las protegía frente a los ataques enemigos, les curaba los raspones que se hacían en sus viajes por el desierto…
Finalmente caía rendido a la cama. Dormido como siempre con los ojos abiertos, en la mitad de la noche seguía: “ … mtmmmbbpbjhhbrss…. mmh?... nooo!... por allá!... sí!... vamos!… ja, ja! … ah!... uy!!...
Una noche, alrededor de las 3 de la mañana, estábamos todos dormidos, cuando escucho el timbre. Me levanto a abrir pensando que sería algún enfermo que necesitaba urgentemente a mi marido y me encuentro con una señora que lo tenía de la mano. Horacio tendría 5 años más o menos. -“Sra., este niño es suyo? Lo encontré caminando por la vereda, solo, y pensé que podría ser de esta casa…” Lo miré y él estaba dormido parado. Sin decir una palabra, entró, se fue a su cama y cayó profundamente dormido para continuar dirigiendo las batallas que lo habrían llevado fuera de la casa.

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